viernes, 15 de octubre de 2010

Una de cuevas, por José Luis Ruiz

Fueron  numerosas las ocasiones en las que coincidí con Jesús fuera de la Escuela o del Departamento. Tuvimos ocasión, en compañía de Fernando, Cristina y de otros amigos y conocidos, de discutir sobre multitud de temas,  acompañándonos de las inseparables cervezas. Con el paso de los años, estas reuniones se hicieron menos frecuentes y, aunque el aprecio se mantuvo, las charlas y comentarios se sucedieron más veces en la Escuela que fuera de ella. Sin embargo, tuve una última ocasión de compartir un viaje con Jesús,  una visita a las cuevas de Puente Viesgo, a resultas de un posible contrato con Patrimonio para estudiar una nueva iluminación de las mismas
Este estudio se concretó en un viaje en el que visitaríamos las cuevas, dormiríamos en Vega de Pas y al día siguiente volveríamos para Madrid. Así, una mañana, quedamos en el intercambiador de Plaza de Castilla. Dani y Antonio llegaron en el coche, yo llegué en el “70” y Jesús en su Vespa, que dejó aparcada allí mismo.
Fue un viaje ameno y divertido y al llegar nos hicimos unas fotos en el aparcamiento de las cuevas como recuerdo.


La visita la realizamos en compañía de dos técnicos, que mostraron un trato muy agradable. Fueron numerosas las preguntas e interrogantes sobre cómo mejorar la iluminación sin llegar a dañar las pinturas. Sin embargo, lo que me resultó más llamativo fue el poder disponer libremente por la cueva y  acceder a pinturas desconocidas para el público. Como homenaje a Jesús, muestro al lector alguna de estas pinturas que sin duda nunca verá en una visita normal.

Tuvimos una comida muy agradable, en compañía de los técnicos y por la tarde nos fuimos hacia la Vega. Una vez allí, visitamos el pueblo e hicimos tiempo hasta la hora de cenar. La cena transcurrió con bastante humor y alegría, en parte porque la impresión sobre la viabilidad del proyecto era muy buena. Así, decidimos celebrarlo con unos gin-tonic después de cenar  y nos retiramos a dormir ya entrada la noche. La sorpresa vino al entrar en la casa, ¡el termómetro marcaba 4ºC!. Nos “acomodamos” cerca de la chimenea y aunque quemamos toda la leña posible, el mercurio del termómetro parecía adoptar una posición estática. La llegada a la cama parecía costosa y Antonio fue el primero en salir “disparado” hacia las escaleras para ganar la planta superior. Dani, que vestía un forro polar y un gorro de lana con orejeras emprendió la carrera poco después. Cuando me decidí a subir, Jesús me comentó que el sofá y la cercanía a la chimenea le resultaban agradables y que dormiría allí. Le comenté sobre la duración del fuego y la comodidad del sofá pero insistió en quedarse..
Al despertar  por la mañana me acordé de Jesús. Además del frío, recordaba que, en alguna ocasión, me había quedado dormido en el sofá y  el dolor de cuello parecía algo asegurado. Amanecieron Antonio y Dani y bajamos a la planta inferior para desayunar y allí estaba Jesús. Le pregunté ¿qué tal Jesús? , y me contestó ¡hacía tiempo que no dormía tan de p…..!

Desayunamos, nos pusimos en carretera y paramos en Covanera para visitar el Pozo Azul. Si bien,  Jesús mostró un cierto nerviosismo ya que tenía clase esa misma tarde. Llegamos en hora a la Plaza Castilla, nos despedimos, Jesús cogió su Vespa y finalmente llegaría a tiempo de dar su clase. Así, concluyó un viaje agradable con los compañeros de la Escuela.

He decidido que, cuando me acuerde de Jesús, esa tarde, con su Vespa, será la que me acompañe.

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