viernes, 15 de octubre de 2010

Carta para Jesusín, por Jedu


¡Cómo me gustaría descolgar el teléfono y escuchar “Jedu, te tomas una cervecita”!
Y llegar siempre tarde, y oír como llegabas en tu moto, tu Jesusa, y decir un “Hola, Jeeedu” siempre sin final. Y poder disfrutar contigo una vez más de tu compañía, tu humanidad, tu compromiso, de tus historias de la física, que te apasionaba tanto que intentaste que también me apasionara a mí, intentaste explicarme cosas que yo no tenía ni idea, de las monerías que empezaba a hacer Awita, de tus padres, de tus alumnos, de tus quecos, de toda la gente que te rodeaba y te quería tanto. Disfrutar de un gran amigo.
Y recordar las miles de historias que nos pasaron juntos, recordar esos años que compartimos piso, tan intensos y divertidos, intensos, Jesús, intensos.
Recordar, nuestra vida y tus largas discusiones con Mireia, con Iñigo, con Cristina, ¡como sabías sacarles de quicio!
Y llegando la hora de volver a casa decir “Fernando, pon la penúltima…” porque ¡nunca pediste la última!
Ya con ella en la mano se hubiera planteado otro viaje, como tantos que nos hicimos. Siempre planeados con el tiempo pisándonos los talones, sin previsión, ni cabeza, pero siempre con el mismo lema, “el viaje durará lo que nos dure la ilusión de hacerlo” y contigo Jesús nunca se terminó la ilusión.
Ahora recuerdo nuestro viaje, Madrid-Dakar en Vespa, cómo se quedó la gente cuando lo dijimos, creo que nunca se lo creyó nadie hasta que no nos vieron partir. Todos pensaron que estábamos locos, estoy seguro. El lunes nos hacíamos 400 kilómetros y el martes ninguno porque te encontrabas algo en el camino que te fascinaba, había que hablar con todo el mundo y ayudar al que se pusiera en nuestro camino e intentar salir airosos de todos los líos en los que nos metimos. Aquí conociste África. ¡Qué viaje! Yo viajando con los sentidos y tú con los sentimientos. Siempre un tándem perfecto.
Hoy miro a Awita, con esos ojos que tiene iguales a los tuyos y pienso, qué mala suerte has tenido, pichón, de no poder disfrutar de sus primeras palabras, de no poder haberle contado todas estas historias tú mismo, de no enseñarle todo lo que nos enseñaste a los demás. Ella te hubiera enamorado.
Jesús, me has dejado un vacío tremendo en mi vida. Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario