viernes, 22 de octubre de 2010

Ubi est mors victoria tua, por Goyo Rivas

¡No te vayas, que está a punto de llegar el Físico! Yo contesto: ¡No, si por eso me voy, porque viene y luego me lía! Qué fácil era “liarse con él” y que te diesen las tantas de la mañana en el Iron…

A la entrada del Rectorado de la UCM existe la siguiente inscripción en latín “Ubi est mors Victoria tua”, haciendo una traducción libre, “¿Muerte, dónde está tu victoria?”. Cualquier muerte siempre significa una pérdida y, fraseando a un amigo mío, hay muertes que no sólo causan el desconsuelo del entorno del fallecido, hay muertes que significan algo más, la muerte del potencial que tienen algunas personas para hacer cosas y, cosas diversas, esto es lo que los hace “geniales”, éste es el caso de Jesús. En honor a la verdad el día que me dijo, haciendo una montón de aspavientos (como era él): “Goyo, voy a montar una exposición de arte africano, ¡qué coño de arte africano!, esto no es arte, estos son los útiles que usan para hacer sus rituales, son como las sartenes que tú tienes en tu casa…”, la verdad es que pensé: “bueno, ya está Jesús con sus historias…”, pero ahí está (estuvo) la exposición, y en mi modesta opinión, una maravilla. Los que conocimos a Jesús, sabemos, que era una persona que ponía el máximo empeño en las cosas que se proponía, ahí queda “la madre de todas las tesis” (como bien la bautizaron César y Cristina). Yo, que trabajé algunos años en la Secretaría de la Facultad de Físicas, nunca encontré una tesis en Física con dos volúmenes y un total de 800 páginas. Pues así era Jesús, todo a lo grande, generoso, amigo de sus amigos, y enemigo acérrimo de la injusticia, mejor dicho, de los injustos, ciudadano del mundo (como le gustaba decir), meticuloso y un poco “cabezón”, gran conversador (sobre todo con una cerveza al lado), persona con criterio, alegre, comprometida… en definitiva… buena gente. Recuerdo el día antes de su oposición a la plaza de Titular de Escuela, que vino muy preocupado y me dijo “Goyico (me he dado cuenta que nos cambiaba el nombre, y esto, por lo menos a mí, me gustaba, me hacía sentirme querido), necesito un sitio para ensayar mi lección magistral para mañana”, conseguí hacernos con la Sala de Grados de Físicas y como no tenía a nadie para el ensayo, me quedé con él y allí, tiza en mano, como a él le gustaba, me dedicó su “lección magistral”. Hoy, Jesús, me doy cuenta que toda tu vida fue una gran “lección magistral”.

¡Ponme otra, que el Físico hoy no me lía!

1 comentario:

  1. Esa máxima romana estaba ya cuando se construyó el edificio,cuando era el Colegio Mayor José Antonio, y se puso en su honor.

    ResponderEliminar