jueves, 21 de octubre de 2010

Qué bien que somos amigos, por César Queral

“Que bien que somos amigos”,  le dije a Jesús y Jesús me dijo algo parecido a “todavía no somos amigos, de momento nos llevamos bien, para ser amigos tendrán que pasar los años y que aunque nos veamos poco nos echemos de menos y …”, era nuestro inicio de la carrera de Físicas y nos quedaba un largo camino en común.  En fin, de aquellos años es difícil no recordar infinidad de cosas: las interminables tardes en el bar de la facultad, las interminables charlas, las sangrías que hacíamos en el césped, las noches de un lado para otro hasta que cerraba el último bar o los partidos de rugby en los que se dejaba la piel.  Él fue en definitiva, parte importante de aquel enorme grupo de amigos que se reunía casi a diario para compartir y disfrutar de la compañía mutua, de la física, de las canciones que se sabían él y Javier y que nos acabamos aprendiendo todos.  

Pero esa es una visión parcial, para muchos de nosotros lo más importante era su humanidad, esa capacidad que tenía para preocuparse por lo demás y para meterse en los líos que hiciera falta, para animarte en los malos momentos, para ayudarte en lo que fuera necesario, y además, esa alegría que te generaba cuando le veías entrar por la puerta, ¡hola Cesarin! me decía y yo sonreía.

En aquellos primeros años me acostumbre en acabar incontables noches y madrugadas en casa de los padres de Jesús, que a su vez me acogieron como a uno más de la casa, y debido a ello tuve la oportunidad de ser también amigo de sus hermanos, Fidel y Luis. Muchos fines de semana nos levantábamos de la cama y nos íbamos a tomar el aperitivo con su padre, Fidel, y muchas veces venia también su madre, Maruchi, que si no venia era porque nos estaba esperando desesperada para que llegáramos a comer a una hora sensata, a ambos les quiero y admiro por múltiples razones. Como consecuencia, acabe pasando algunos veranos en el pueblo de Jesús, Valverde del Fresno (Cáceres). Allí me presento a su enorme cantidad de parientes, especial mención a sus primos de Canarias, que también eran sus amigos. En las fiestas corría las vaquillas, ya se sabe que era un tanto osado y que pocas cosas le echaban para atrás, policías municipales incluidos. A Valverde también volvimos con los años varias veces a pasar unos días y a comernos un cordero.

Los años pasaron y seguimos charlando de física, de su tesis, del mundo y bebiendo cervezas con múltiples y diversos amigos. Recuerdo esas interminables tardes-noches en/con Simon, Cristina, Maribel, Antonio, Quiroga y Jesús y alguno más que se apuntaba; recuerdo esas interminables noches del IRON con Fernando poniéndonos cervezas en las jarras alemanas que teníamos Jesús, Quiroga y yo, y ciento y la madre que nos juntábamos allí;  recuerdo las visitas a “la cueva” donde esa panda de investigadores-amigos pasaba las horas, los días, algunas noches y algunos fines de semana y donde cualquiera que se pasara por allí era bien recibido.

Lamentablemente, llegaron momentos muy difíciles para Jesús con la muerte de su hermano Luis. Si, es verdad que después de la muerte de Luis la vida no fue igual para él. Tiempo después se fue a Boston, allí hizo nuevas amistades, algunas, cómo no, muy intensas y duraderas. En esa época era tan difícil no quererle como fácil discutir con él sobre su nueva visión de la vida y su infinita terquedad en no dejar de fumar después de que el medico le diera un toque.

¿Y os acordáis de su oposición? Nos decía que él no quería perder tiempo en preparar la oposición y quitarle ese tiempo a la investigación, que eso era más importante, con la tesis nos hizo más o menos lo mismo. Bueno, por fin la hizo y saco la plaza. Los demás respiramos aliviados, a él le importo relativamente menos.  Recuerdo ese momento maravilloso en el cual poco antes de empezar la oposición dice delante de la pizarra: “¿Qué opináis? ¿Lo cuento en cartesianas o en esféricas?” casi me da algo a mi y a alguno más que estaba por allí, mientras Jesús estaba despreocupado decidiendo todavía si hacer algún cambio más de última hora.

Bueno sí, hay que acabar, hay que resumir. De los últimos tiempos quién no se sintió impresionado por ese viaje en Vespa a Dakar con Gedu. Sí, era verdad, se habían ido, y volvieron, lo cual no estaba muy claro para muchos de nosotros. Luego, en un viaje posterior, nos fuimos Jesús y yo a Dakar, en avión, yo no soy tan atrevido. Casi me da algo, a mí que me gusta levantarme razonablemente pronto y salir por ahí a ver cosas, y claro, a mí se me olvido que me había ido de viaje con Jesús, así que: levántate tarde, vamos al aperitivo, vamos a charlar, más aperitivo, seguimos charlando, vámonos a comer, seguimos charlando, y vámonos a echar la siesta que hace un calor del siete. Nos levantamos y charlamos con el hermano del Chori (que tan amablemente nos acogió en su casa) y salíamos a dar una vuelta, otras cervecitas, a cenar y a las discos de Dakar. Allí en Senegal conoció a Ferdulis, y luego ya sabéis el resto de la historia, otros ya la han contado.

Pues si, acabamos siendo amigos, se fue, y como a muchos otros, me duele. Solo me falta poner su lista de amigos para que su hija, Awita, sepa cuanto y cuantos le queríamos, pero es tan larga la lista que aquí no cabe.

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