viernes, 15 de octubre de 2010

De tu inquieto pupilo, por Alberto Gómez Jiménez

Toda clase de maestría se paga muy cara en este mundo, donde tal vez todo se paga muy caro. 
FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHE, La gaya ciencia, aforismo 366
Qué raro se hace no poder hablar contigo en tu despacho...  Me encantaba ir allí a preguntarte cualquier cosa menos lo relacionado con el temario. Principalmente te contaba alguna historieta o batallita filosófica y después te preguntaba tu opinión, siempre me sorprendías. Recuerdo que en alguna vez que otra también involucramos a Josemi. Recuerdo la guerra que te di a propósito de Roger Penrose, autor del libro que siempre decía que te iba a dejar y al final nunca hice, y ya nunca podré hacer.
Recuerdo tus clases, las tardes de martes y jueves, recuerdo que al no haber timbres en la escuela, llegado el momento de acabar, no decíamos nada...
Te veíamos tan concentrado tan entregado, tan...  yo diría que feliz, explicando que nos pasaban veinte, treinta, e incluso alguna vez más, minutos de la hora del final de la clase.
Recuerdo la energías que ponías, si una gráfica no salia bien a la primera, la borrabas y la hacías de nuevo, las veces que hiciera falta.
Recuerdo el día que descubrí que esa moto blanca era tuya.
Recuerdo la carta de recomendación que me hiciste, recuerdo las respuestas del formulario que te entregué, eran genuinamente tuyas y tuve que maquillarlas un poco.
Era el protocolo para poder irme a Noruega. Ya tenia pensado algo muy de mi estilo: una moleskine, bueno dos; una tuya. La idea era que yo escribía sobre mis impresiones de Noruega y posteriormente te la regalaría. La otra era a la inversa.
Tu escribías sobre África y luego me la dabas. Vamos, lo que vienen siendo cuadernos de viaje .
Lo de Noruega no ha podido ser, de momento.
Lo de las  moleskines, jamas podrá ser.
Como tampoco podrá ser el cartel que planeamos hacer para pedir el traslado a ciudad universitaria:  el papel de embalar estaba, si no recuerdo mal, detrás de tu silla
Me quedan tantas cosas por preguntarte, tantas conversaciones que compartir...
Cuanto más lo pienso más me doy cuenta de que no solo he perdido a un profesor, también a un maestro y lo más importante, a un amigo.
Aunque son más conocidos por la archi-conocida Macarena, Los del Rio dijeron una gran verdad, que debido a mi juventud, experimento por primera vez contigo: cuando un amigo se va algo se muere en el alma.
Adiós amigo.
Los educadores, más que cualquier otra clase de profesionales, son los guardianes de la civilización.
BERTRAND A.W. RUSSELL
 

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