viernes, 15 de octubre de 2010

La moto en la puerta, por Sonia Melle

Todas las noches, cuando salía del laboratorio pensando que ya era hora de irse a casa, allí estabas, en tu despacho, a las tantas de la madrugada, trabajando. El cenicero siempre rebosante de pequeños puros, algunos todavía encendidos. Esas pocas palabras de cada noche me han ayudado a conocerte y darme cuenta de que te encantaba tu trabajo.

Recuerdo algún día extraño que llegué pronto a la Escuela y allí seguía en la puerta tu moto blanca, inconfundible, con sus caracteres árabes en verde, esa moto con la que recorriste parajes lejanos de los que siempre hablabas. Y Oscar y yo decíamos: ¡Todavía no se ha ido Jesús! Efectivamente, entrábamos en los despachos de Óptica Física y allí estabas, seguramente terminando algún trabajo apurando el deadline de algún congreso.

Siempre tarde pero a tiempo. Siempre entrabas suspirando... con cara de circunstancia... quejándote del tráfico, la lluvia, la gasolina... Siempre con la lengua fuera para llegar pero sin ver nunca el momento de salir de la Escuela.

Recuerdo esas anécdotas surrealistas de tus viajes, que de no conocerte, uno nunca creería. Sobre todo cuando apareciste con el pié escayolado y al preguntarte dijiste: ¡Me ha pisado un elefante!


Recuerdo la alegría que se veía en tus ojos cuando, por primera vez, nos hablaste de Ferdulis, de su país, de su familia, de las costumbres de sus gentes, de su música, de los proyectos futuros que emprendíais juntos. Recuerdo con que ilusión y tesón solicitasteis un proyecto para llevar un sistema de iluminación a la población de Ferdulis. Con qué ternura hablabas de las gentes de allí.

Lo más impresionante es como se te iluminaba la cara cada vez que hablabas de tu maravillosa hija. ¡Qué sonrisa! Esas anécdotas eran las más divertidas. Recuerdo aquella en la que, estando tu y ella solos en casa, Awita se “perdió”. Te pusiste a llamarla sin dar con ella y a buscarla desesperado para encontrarla antes de que volviese Ferdulis. Finalmente la viste dormida dentro de un armario, acurrucada en la segunda balda. Como te reías contándolo. Espero que estas pequeñas notas le permitan conocer algo más de su padre. Una persona comprometida y que la quería con locura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario