miércoles, 3 de noviembre de 2010

Recuerdos de Jesús, por Óscar Esteban

Mi primer recuerdo de Jesús se remonta a lo que fue mi primer día en el Departamento de Óptica. Aunque ya había estado trabajando allí de forma esporádica, no fue hasta entonces que bajó Agustín al túnel del sótano para llevarme a ver la defensa de tesis de Jesús.
Recuerdo que cuando empezó a hablar sentí esa envidia que se tiene al que ya ha hecho lo que el resto aún no hemos empezado. Recuerdo la explicación del espacio de color, la definición de métrica en ese espacio, el contacto con algo tan desconocido para mí como las elipses de MacAdam…

Después se incorporó a la Escuela de Óptica y el contacto se relajó hasta el momento en que yo también aterricé por allí en uno de esos cursos para posgraduados que se solían impartir desde el departamento. En una ocasión necesité de su ayuda para montar un experimento de espectroscopía. Fue entonces cuando descubrí su entrega, su generosidad y, por supuesto, la amplitud de sus conocimientos.

Desde entonces, aún de forma esporádica, siempre nos entreteníamos a charlar de sus aventuras en motocicleta, sus viajes y sus cuentas. Esas realizadas entre el bullicio del pub donde coincidíamos un grupo de investigadores para tomar unas cervezas y comentar nuestros últimos problemas o soluciones.

El día que me enteré, tenía que actuar como tribunal en la exposición de un Trabajo Fin de Carrera. ¿De qué trataba? Seguro que algo en principio también desconocido. ¿Qué importa? Al final, siempre podemos relacionarlo con algo que si sabemos, ¿verdad Jesús?

Ahora ya no habrá más cerveza, no habrá más viajes, si permanecerá el recuerdo de su amplia sonrisa cuando le preguntabas por algo en lo que estaba enfrascado.
Hasta siempre, compañero

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